dimecres, 9 d’octubre del 2013



Sobre cuarentenas, tribus y más

De Marta Corominas
Doula, Asesora de lactancia y Mediadora familiar 


La sociedad de hoy se caracteriza, entre otras cosas por la destrucción y desestructuración de las comunidades humanas. Deseamos ser libres y  conducir nuestra propia vida. Esta forma de vida implica una brecha intergeneracional a la que la humanidad no estaba abocada hasta la sociedad occidental de hoy. Quizás hoy los jóvenes ya no pueden irse de la casa paterna, pero ansían por ello.
El mundo de sus padres y el suyo no tiene nada que ver. Nuestra tribu deja de ser completa para escindirse en franjas de edad y gustos similares en las que todo es nuevo cada vez, no existe la experiencia del anciano, nuestra experiencia se pierde en nosotr@s mism@s.
Digamos que el ser humano es un ser social, es cierto. Y que, como ser social que es, se ha estructurado en comunidades que se reproducen a si mismas en base a una cultura, una forma de ver el mundo propia.
Para las sociedades tribales es más importante el sentido de pertenencia, la comunidad que el individuo o la individua en si misma. Esto es así, entre otras cosas, debido a la seguridad que proporciona el grupo.

El proceso seguido por la sociedad occidental nos ha llevado a un punto de supremacía frente a la naturaleza y de depredación en el cual ha dejado de existir la falta de seguridad: : ya no hay animales de los cuales defendernos que se atrevan a entrar en el asfalto urbano.
Y ¿Por qué vengo yo a decir todas estas cosas? ¿Qué tiene esto que ver con ser madre? Pues mucho.
Resulta que con todos estos cambios no tuvimos en cuenta la necesidad imperiosa de estar acompañada en los cambios vitales. Nos olvidamos de los ritos de paso. No hay celebraciones que nos marquen las etapas de la vida. Somos individu@s, si. Y estamos sol@s.


Pasar de ser hij@s a ser padres es un cambio de etapa. Convertirse en madre significa, además, abandonar partes de si misma que fuimos para inventar otra persona distinta.
Cambiar de identidad no es fácil, ni se puede hacer en un cerrar y abrir de ojos.
Aunque a veces transitamos este cambio alegremente y hay quienes nos despojamos de una piel y nos vestimos con otra sin trauma, eso no significa que no sigamos perdiendo mucho en este nuestro entorno social.
Esta pérdida es la que nos lleva a leer, consultar, buscar a veces incansablemente para poder recuperar la comunidad perdida, el sentinos menos solas menos individuas.
Llevo ya casi nueve años acompañando madres que dejan de ser quienes eran para pasar a ocuparse de otr@. De otr@ que al principio no es más que una parte de una misma. En estos años me los he pasado mandando mujeres a la cama, mujeres que, a los dos días de terminar de parir estaban ya levantadas, vestidas, arregladas y cocinando. No todas, pero si muchas. Más de lo que me esperaba encontrar y de lo que puede parecer razonable.
La cuarentena, la famosa cuarentena ya sólo tiene un significado de resguardo sexual, respaldado hoy día por la opinión médica tan tendente a ver enfermedad e infección por doquier. Pero la cuarentena no es sólo eso, o no debería serlo.
Los famosos cuarenta días habrían de ser un espacio libre en el tiempo de la nueva família. Un tiempo que permita acostumbrarse a los cambios, conocer al bebe, que el bebe conozca a su nueva familia y, en definitiva, un tiempo para establecer vínculos y reforzarlos.
En esos simbólicos cuarenta días hay que sentir mucho: reír mucho y llorar mucho.
Desprenderse de la vieja piel de la yo misma que fui, llorarla, dejarla partir.
Celebrar la nueva yo misma que soy, reirla y darle un lugar.
Para que eso pueda suceder, la madre tiene que estar en todo momento cuidada. No importa quien o quienes la cuiden, siempre que tengan en cuenta que estas emociones van a salir y es deseable que así sea para poder crecer como persona, para permitirnos cambiar y permanecer al mismo tiempo.
Pero volviendo al inicio, difícilmente podrá cuidar a la madre una persona sola que, además, tiene la obligación de mantener la cordura en la casa, mantener físicamente la familia, pagar las cuentas y abastecer el hogar. Esta pareja, por muy implicad@ que esté en la crianza de su bebe y en el cuidado de la madre se encuentra igualmente desacompañad@  y con dificultad de llevar sol@ adelante todas las funciones de defensor, sustentador y apoyo de la madre.
Para poder cuidar de la madre, para que la pareja se sienta también cuidado en sus propios cambios hace falta algo más que dos.
Hacen falta alguien o alguienes sin juicio con una presencia silenciosa que puedan ayudar a esta nueva familia a empezar a andar su propio camino sin interferencias.
Dicen que para criar a un niñ@ hace falta una tribu. De momento y como están las cosas contactar con una doula que apoye este momento desde el respeto a lo sublime que está sucediendo en el seno de ese hogar es tal vez lo más adecuado. Porque toda madre merece estar acompañada.



Si hi ha una cosa que no em deixa de sorprendre a la vida, la majoria de vegades molt agradablement, és el seguit de petites casualitats que van teixint a mica en mica el viatge personal per aquest món. 
Doncs bé, l'altre dia, en un rampell, em vaig posar a escriure un article sense tenir molt clar de què volia parlar. Bé, de fet si que ho tenia molt clar però el propi escrit s'obstinava en anar cap a una altra banda, prendre un altre contingut... a més a més em sortia en castellà! Parlo força bé el castellà, és evident, però no em sol sortir aquest idioma quan em replego en mi mateixa i em poso a escriure...
Un cop acabat em mirava el text "Sobre cuarentenas, tribus y más" i pensava...i ara què en faig d'això?
Navegant a la babalà per internet vaig anar a raure a la pàgina de Con-testa de qui sóc col·laboradora però que feia uns dies que no hi passava. Acabaven de penjar un nou bloc. 
Amb quin nom? Tribu Familias Contesta. Ja,ja,ja. Sabeu on l'he penjat oi? El voleu llegir?